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A Ramón se le ha acabado el Vitaldrink, además quiere comprar barritas energéticas de chocolate y algo de fruta ecológica. Acude a Mon Natural, esta semana se le olvidó pedir la cesta de fruta y verdura pero allí tienen nevera donde suele haber un buen surtido. La semana pasada compró plátanos, peras y manzanas, todo muy rico, le sienta mejor la fruta sin tóxicos ni pesticidas.

Entra pensando en comerse un plátano directo a la nevera, pero algo le hace girarse hacia el mostrador donde ve a… ¡la chica del perro!

—Apúntame al taller de cuencos tibetanos, por favor. — dice la chica del perro.

—Vale, ¿apunto a alguien más? —le contesta la señora del mostrador.

—No gracias, iré sola.

—Perfecto, pues nos vemos el sábado a las 10:30.

«Cuencos tibetanos, cuencos tibetanos» Ramón repite las palabras en su cabeza buscando la manera de coincidir. Coge los plátanos, manzanas y kiwis.

Da una vuelta en busca de no sabe qué…

Se acerca al mostrador:

—Qué interesante el taller de cuencos. —dice Mon, sin tener ni idea de qué es el taller.

—Sí, va a estar muy bien, ¿quieres que te apunte? —le pregunta la misma señora que ha apuntado a la chica del perro.

«Si saca la lista podré ver el nombre, y si me apunto podré conocerla mejor…»

—Sí, apúntame, por favor, me interesa el tema —dice Ramón sonriente, intentando que no se le escape la pillería. Ya se informará en Internet sobre los cuencos tibetanos, no puede estar tan mal…

Ana, la chica del perro se llama Ana, por fin sabe su nombre, y está apuntado justo encima del suyo.

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